El pasado sábado 9 de septiembre, en el Centro Cultural Florencio Sánchez, se realizó el lanzamiento de los festejos de los 183 años del proceso de fundación de la Villa del Cerro. En la misma se presentó el documental de Mario Handler basado en la lucha de los frigorificos, mientras que el profesor de historia Rodolfo Porrini realizó una ponencia sobre la historia del lugar. En la actividad, el alcalde Gabriel Otero se refirió a las caracteríticas del barrio y su gen de solidaridad que hay que cuidar, de la lucha de los obreros y de la unión de los trabajadores en esa pequeña ciudad creada por los inmigrantes. La actividad se cerró con la actuación de la cantante Niza Milessi y el coro Las voces del Florencio. La Comisión de Cultura del la zona 17 culminó agradeciendo a las y los presentes y los invitó a sumarse al trabajo.
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La villa, la república separatista o el paralelo 38 -como les gusta llamar a algunos al viejo barrio del Cerro-, hoy simplemente Cerro, fue fundada en 1834 con el nombre de Cosmópolis poco antes del comienzo de la Guerra Grande. En ella se instalaron inmigrantes de diferentes puntos del mundo por ello desde el comienzo sus calles se llamaron con nombres de distintos países. Se construyeron los primeros saladeros, convertidos con el tiempo en frigoríficos, que son una marca registrada del barrio.
Esto marcó a fuego este barrio formado por trabajadores escapados del hambre y la guerra en todo el mundo. Con los años, ese barrio obrero se convirtió también en un interesante enclave turístico, con la histórica fortaleza militar, la rambla y la misteriosa Casa de la Pólvora, una construcción de fines de siglo XVIII que sirvió de polvorín militar.
Este barrio nacido del esfuerzo de sus pobladores llegó a contar en su momento con un servicio de autobuses, que combinaba en la avenida a la Fortaleza con un vistoso barco a vapor. Este último cumplía el recorrido de la Bahía en el tiempo récord de 15 minutos y permitía comunicar la Ciudad Vieja con el Cerro.
Más adelante, con la llegada de los frigoríficos, este lugar se convirtió en una verdadera ciudad fortificada por El Plata y el arroyo Pantanoso que llegó a contar con varios cines y teatros que permitían acceder a la cultura a la gran cantidad de trabajadores que trabajaban fundamentalmente en los citados frigoríficos generando una identidad propia que aún hoy marca una diferencia con respecto al resto de la ciudad.
Es que la cultura cerrense sigue marcada a cada nueva generación marcada en la pasión de Cerro y de Rampla o de la historia de lucha de una zona de resistencia lucha y rebeldía con causa.
En la década del 50, los cambios internacionales explotaron en el Cerro cerrando numerosas fuentes de trabajo y dejando a miles de trabajadores literalmente en la calle. Allí, en la calle, bajo la consigna "El Cerro no olvida", los trabajadores salieron y pelearon por la reapertura de las fuentes de trabajo.
Más adelante, en tiempos de libertades fracturadas, los trabajadores y los movimientos sociales cerraban el viejo puente sobre el Pantanoso como un modo de resistencia a la dictadura. Estas dos peleas dejaron mártires a los que siempre se les recuerda por su sacrificio.
A esta forma de ver y vivir la ciudad marca "Cerro, Cerro" la caracteriza, sin lugar a dudas, la expedición de Hernando de Magallanes y su diario que dice “por y estábamos en derecho del cabo de Santa María: de allí adelante corre la costa este oeste, y la tierra es arenosa, y en derecho del cabo hay una montaña hecha como un sombrero, al cual le pusimos el nombre de Monte Vidi" que con el tiempo le dio el nombre a la San Felipe y Santiago de Montevideo.
Es que los habitantes del Cerro se atribuyen hasta el nombre de la ciudad.
Claro que los años fueron pasando, la lucha y el tesón que nacen con la necesidad de sobrevivir se impusieron y, como la fortaleza los habitantes de la villa, se pusieron de pie repeliendo el viento.
Hoy la fortaleza sigue allí, como sigue el viejo parador del cerro que vio pasar en los “cielos” de la ciudad a un grupo inumerable de artistas. Enmudecido como el viejo anfiteatro de veranos que se uso dos veces en toda su historia y resiste esperando volver a albergar la cultura del barrio.
Es necesario reconstruir, sacar de lo más hondo las raíces culturales y sociales y, desde lo colectivo, rescatar de la memoria las bases de un tiempo que se fue y que necesita remodelarse aggiornarse y reconstruirse. En eso estamos, en reconstruir a partir de lo colectivo, lugares de convivencia e intercambio de historia y de futuro, siempre sobre la base que lo mejor está por venir.
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