TISA: URUGUAY Y FRENTE AMPLIO EN OTRA ENCRUCIJADA
El presidente Tabaré Vázquez encargó a cinco de sus ministros que elaboraran un informe detallado sobre el Trade in Services Agreement (TISA) -o mega acuerdo para liberalizar los servicios-, el estado de las negociaciones, y una proyección primaria sobre los costos y beneficios que puede reportar al país ingresar o no a este nuevo mega acuerdo. Como le tocó hacer en su primer mandato, Tabaré Vázquez debe decidir si se sube al tren o si, por el contrario, vuelve a dejarlo pasar, como hizo en 2006, cuando le dijo no al TLC con Estados Unidos y al Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA).
Por Federico Gyurkovits
El 15 de marzo de 2006 Tabaré Vázquez decía, desde Venezuela, flanqueado por un poderoso Hugo Chávez, que “el actual gobierno uruguayo no tiene en carpeta ni en agenda firmar un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos”, recordando que en la página 29 del Programa de Gobierno del Frente Amplio se dice claramente que el marco actual de relacionamiento comercial con las potencias del primer mundo no es el adecuado para firmar ningún TLC, ni profundizar y llegar a un ALCA.
En el programa de gobierno 2015-2020 tampoco figura el TISA, ni la Alianza del Pacífico ni el Tratado Transpacífico como centrales, sino que se ratifica la pertenencia al Mercosur, al que, sin embargo, se le piden más contemplaciones y flexibilizaciones que permitan buscar otros horizontes de asociación.
En todo caso, ocho años después quedó demostrado que los trenes pasan más de una vez, incluso en Uruguay. Pero a diferencia de aquel entonces, cuando la oleada progresista estaba en pleno crecimiento y la integración regional se presentaba como una alternativa real a la impulsada desde Estados Unidos, ahora la cohesión latinoamericana se ha ido debilitando por los avatares políticos de cada país, potenciados por un contexto económico internacional inestable e incierto en el corto y largo plazo. Y con un Mercosur sin rumbo definido colectivamente, la cuestión se complejiza aún más.
Por eso, una parte del gobierno y del FA (principalmente el Frente Liber Seregni y figuras independientes o vazquistas), a la que se han sumado referentes de cámaras empresariales y de los partidos tradicionales, cree que pertenecer al TISA es un camino a seguir para aumentar las posibilidades de mantener el desarrollo económico a futuro, teniendo en cuenta que el modelo que hizo crecer al país por encima del promedio regional está dando señales de agotamiento. En esta posición se repiten los nombres de quienes defienden el viraje hacia otras latitudes que Uruguay está mostrando en los últimos años, incorporándose a la Alianza del Pacífico y al Tratado Transpacífico (TTP). La apuesta a estos tres tipos de asociaciones por fuera del Mercosur se consumó durante el gobierno de José Mujica, con aliados desde el sur del continente (Chile, Perú, Paraguay y Colombia) y también del otro extremo cardinal: México, Costa Rica y Panamá.
Otras vertientes del oficialismo, junto con el Pit-Cnt y organizaciones sociales, están convencidas, por el contrario, de que si bien en el corto plazo el impacto podría ser positivo por la llegada de inversiones en rubros en los que, hasta ahora, son residuales, en el largo plazo será un factor de conflictos y pérdida de soberanía en aspectos clave y que se perciben como laudados socialmente.
Chivito al plato
En febrero de 2015 se difundió la noticia de que Uruguay había sido aceptado en el grupo de países interesados en ser parte del TISA. Se supo mediante un comunicado que publicó el Ministerio de Relaciones Exteriores de Canadá en su web, que expresaba: “Nos complace anunciar que los países miembros del TISA han dado la bienvenida a Uruguay en las negociaciones. En la actualidad hay 24 países que participan en las negociaciones TISA: Australia; Canadá; Chile; Taipei Chino; Colombia; Costa Rica; la Unión Europea; Hong Kong (China); Islandia; Israel; Japón; Liechtenstein; Nueva Zelanda; Noruega; México; Pakistán; Panamá; Paraguay; Perú; Corea del Sur; Suiza; Turquía; Estados Unidos; y Uruguay”.
La cancillería canadiense blanqueó la situación una vez que el Congreso de Estados Unidos aprobó, el 9 de febrero, la inclusión de Uruguay, que había formalizado en setiembre de 2013, algo que se supo públicamente recién el 3 de mayo del año siguiente, mediante un comunicado del comisario europeo de Comercio, Karel de Gucht, que afirmaba que “la UE celebra el interés de Uruguay por unirse a las negociaciones del TISA y respalda firmemente su participación de ahora en adelante”. Decía también que Almagro había garantizado que “su país comparte los objetivos de las negociaciones del TISA” y que “respetará los resultados de la negociación logrados por otros participantes si se une” a ellas.
Dos meses después, el propio Almagro amplió la información en declaraciones a La Diaria. Sostuvo que las negociaciones en el TISA tienen como objetivo “establecer un régimen de comercio más amplio, flexible y predecible, lo suficientemente claro para no impedir que cada gobierno ejerza su propia soberanía para regular ciertos sectores. […] De hecho, las disposiciones del acuerdo estarán sujetas a excepciones generales, a excepciones relativas a la seguridad y a excepciones prudenciales en el caso de los servicios financieros”, señaló Almagro.
Dijo que la conveniencia de sumarse fue analizada en el ámbito de la Comisión Interministerial para Asuntos de Comercio Exterior, en la que “se consideró la incidencia de los servicios en el conjunto de la economía uruguaya y, en particular, en su comercio exterior, los efectos directos que puede llegar a tener el acuerdo en el comercio internacional de servicios, así como los efectos indirectos que puede generar en la negociación global final de la Ronda Doha de la OMC”. Añadió que se tuvo en cuenta el peso de los servicios en la economía local, que representan 54% de la producción y 66% del valor agregado. Detalló que las exportaciones de servicios crecieron a una tasa promedio anual mayor a 8% en los últimos cinco años. En 2013, este rubro superó los 3.200 millones de dólares: aproximadamente 6% del Producto Interno Bruto.
Figurita repetida
La predisposición de Tabaré Vázquez y Danilo Astori a lograr acuerdos que tengan a Estados Unidos como centro no es nueva, como tampoco lo es el rechazo de otros referentes del Frente Amplio, principalmente del Partido Comunista. En el primer gobierno del FA el TLC se frustró, en buena medida, por la resistencia de esa colectividad, y de quien conducía la política exterior, el canciller Reinaldo Gargano.
Si bien hasta el momento el gobierno asegura que no hay nada firmado, y que haber sido aceptado no quiere decir que se termine suscribiendo el acuerdo, la correlación de fuerzas favorables en el gabinete y el contexto regional e internacional parecen estar, esta vez, del lado de los que quieren firmar. El martes, al terminar una disertación en la Cámara de Comercio Estados Unidos-Uruguay, Astori defendió una vez más este rumbo e hizo un repaso de los procesos de acuerdos que están en marcha, entre ellos, los transoceánicos.
La semana pasada, el Pit-Cnt picó en punta con el rechazo al TISA, y apoyó un paro parcial, que se realizó el viernes 24, que cerró con un acto convocado por varios sindicatos, para explicitar ese rechazo, y mañana, en la Plaza Mártires de Chicago, donde se celebrará el acto por el 1º de Mayo, hará otro tanto. Durante el acto del 24 se pudo ver a dirigentes y legisladores del FA (Luis Puig, Oscar Andrade) aplaudiendo la arenga y la fundamentación contra el tratado. La visión del movimiento sindical uruguayo está alineada con la de sus pares de buena parte del mundo, ya que en Europa el acuerdo Transatlántico y el propio TISA generan en la sociedad civil un malestar que se manifiesta en movilizaciones y actividades organizadas con el propósito de hacer lobby por la negativa.
En agosto del año pasado, Rosa Pavanelli, secretaria general de la Internacional de Servicios Públicos (ISP), cuestionaba los mega acuerdos en general y, en particular el TISA, diciendo que “se inscribe en una inquietante nueva ola de acuerdos comerciales y de inversión, fundada en poderes jurídicamente obligatorios que institucionalizan los derechos de los inversores y prohíben toda intervención estatal en un amplio abanico de sectores indirectamente vinculados al comercio”.
Varios aspectos del acuerdo han sido duramente criticados por las organizaciones sindicales y no gubernamentales. En primer lugar, porque todo sector que no se halle explícitamente excluido del contrato por cada país, se considerará dentro del mismo. Se estima que -y justamente por eso se impulsan- estos acuerdos abrirán la puerta a un flujo de empresas privadas en varios sectores, entre ellos el educativo y de la salud, los servicios públicos, los financieros, los profesionales, entre otros.
Si bien guarda similitudes con otros formatos de negociación, el TISA tiene sus peculiaridades. Por ejemplo, que las partes que se incorporan están obligadas a aceptar los acuerdos firmados con anterioridad a su ingreso. Otra es la llamada cláusula “trinquete”, mediante la cual los Estados parte que unilateralmente promulguen normas tendientes a una mayor liberalización del mercado de servicios, no podrán revertirlas. En concreto, si Uruguay termina siendo miembro del TISA, no podrá pensar en establecer para Antel el monopolio de la telefonía celular. O si, en el futuro, decreta la liberalización de la trasmisión de datos por cable, la medida no tendrá marcha atrás. Lo mismo pasaría con Ancap si liberaliza algunos de los sectores que mantiene monopolizados -por ejemplo, la refinación- como así también con los demás rubros en los que el Estado es el único operador (condición que, en la década del 90, se buscó liberalizar mediante la privatización de las empresas públicas, pero sin éxito, porque la ciudadanía se opuso mediante un plebiscito).
Contexto
El TISA es la vía promovida desde el norte, tras el fracaso del intento de liberalizar los servicios en el marco de la Ronda Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMC). A esta, eventualmente, los miembros del club deberían presentar el acuerdo, en caso de suscribirlo, para dar cuenta de cuáles son las reglas de juego del nuevo bloque en la materia, y a qué deberían atenerse los demás países a partir de ese momento.
Este formato extra OMC va en contra de uno de los principios de política exterior defendidos a ultranza por los gobiernos del FA, que es el de apegarse a los organismos internacionales y a sus resoluciones, en el entendido de que, siendo Uruguay un país chico, esa es la única alternativa real para salvaguardar sus derechos e intereses. Con el TISA será una cuestión ya no entre Estados en el marco de la OMC, sino entre empresas y Estados.
Lincoln Bizzozero es profesor titular y coordinador del Programa de Estudios Internacionales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. Desde su óptica, en torno al TISA “hay una cuestión más general o más macro, donde se ven varias iniciativas en las que Estados Unidos es el centro siempre y por la cuales busca negociar mega acuerdos con mega bloques, en los que, claramente, no están ni China ni Rusia. Pero sobre todo, no está China, ese es el punto. Sean los acuerdos Transpacífico o el Transatlántico -y yo inserto al TISA en la misma línea-, a pesar de contar con impulsos importantes y plazos medio rápidos, ninguno de esos acuerdos se concretó todavía, porque implican cuestiones complicadas. El Transatlántico, sin ir más lejos, con la Unión Europea, toca todo el tema de los transgénicos, el consumidor y sus derechos, y certificaciones de calidad, sin contar otras como la propiedad intelectual -que puede arreglarse más fácil-, que también son complejas”.
Para Bizzozero, “la realidad de limitar esos acuerdos para imponer al resto de los países, incluyendo a China, ciertas normativas en términos laborales, ambientales, etcétera, no es tan sencilla, porque el capital es más mundial que antes, y China tiene otra presencia. Por otra parte, los movimientos Brics, o el banco asiático de inversión (creado por China en octubre de 2014), los apoyos que tiene con los propios países asiáticos llevan al reconocimiento de su importancia. Entonces atrás de eso hay países como el nuestro, que quedan muy debilitados”.
El académico considera que la apuesta natural y permanente del país tiene que ser “el barrio primero y la región después”, y aunque a priori buscar otros horizontes puede parecer lógico y hasta esperable, ya que “Uruguay siempre fue un país abierto, moderno. Montevideo, básicamente, es un puerto de apertura, siendo la periferia de los países más integrados históricamente. Esto es como no querer perder esa tradición. El Mercosur nos regionalizó y Uruguay busca, de alguna forma, mantener esa apertura. Busca flexibilidad, poder hacer sus arreglos de acuerdos más allá del Mercosur. Ahora, la cuestión es esta: tomar un camino u otro siempre implica costos y beneficios, no es que todo vaya a suma positiva o suma negativa, eso es lo que hay que saber. Entonces el discurso de flexibilidad… Flexibilidad no es que vas a tener puros beneficios”.
Sin paraguas
El entrevistado remarcó los puntos que advierte como más complicados del TISA: “Esto no se está negociando en la OMC sino entre algunos países. La diferencia es esta: en caso de que logren acuerdos, y si se firma, todo entra en el paquete, todos los servicios, salvo que se exceptúen expresamente, directamente, explícitamente, a diferencia de formatos anteriores en los que uno tenía que decir lo que se iba a liberalizar. Y eso no es menor, porque implica que todos estamos de acuerdo en liberalizar los servicios. Es cierto que el sector ha crecido en general y en el mundo, en América Latina, en Uruguay, y si bien todo es relativo, creció sin la necesidad de este tipo de acuerdos, que involucran a sectores que, de alguna forma, o están salvaguardados o hay monopolios o responden a bienes públicos. La educación es un caso, y salvo que digan que no, va a entrar, y habilitará a que cualquier universidad pueda venir y reclamar el mismo trato que las nacionales, y por tanto, las mismas exoneraciones”.
Y si bien definió este rubro como clave, como un bien público, aclaró que “más que de la educación, estoy hablando de la salud, que es un punto clave, ya que siendo algo tan sensible, es donde circula más dinero, por la actividad de los laboratorios, la industria farmacéutica y los demás servicios asociados”. Y como la gran mayoría de los participantes del TISA son desarrollados, en “el área de los servicios también [el área de la salud] está más desarrollada, en expansión” y por tanto corren con ventaja frente a la realidad nacional. Y esa ventaja se potenciará por el hecho de que se les deberá dar el mismo trato que a los prestadores de servicios locales. “Una de las cuestiones acá es la de la justificación por la cual se entra o no: la argumentación de (José) Mujica de que es mejor estar que no estar, ‘si no nos quedamos afuera’… Hay una cuestión básica de Uruguay, como un principio de política exterior, que es el multilateralismo y la pertenencia fuerte a ámbitos multilaterales de negociación, como Naciones Unidas, la OMC, y esto es desconocer esta tradición, y no es menor. Hay una cosa que es básica: acá nadie queda afuera de nada. Quedás afuera si realmente no estás en la OMC”.
Bizzozero explicó que, en líneas generales, y más allá de las coyunturas de cada momento, cuando Uruguay le dijo no al ALCA y al TLC con Estados Unidos, usó argumentos que hoy está dejando de lado, o que está contradiciendo en este nuevo proceso. “El otro era comercial y de servicios también; el ALCA implicaba varias cosas, era bastante ambicioso, este se limita a servicios. En el otro decías ‘avancemos en servicios, pero ustedes tienen que bajar el subsidio a la agricultura’. Acá es servicios y punto. Esto, supuestamente, si se acuerda en algún momento, lo van a llevar a la OMC a decir ‘este es el acuerdo que hay’. Lo traslada al cuerpo general de comercio y servicios y de esto no bajamos, esa es la lógica”.
El especialista dijo que ve más probable que se logre un acuerdo TISA que un Transpacífico o Transatlántico, aunque opinó que la ausencia de debate y el secretismo que imponen estas negociaciones juegan en contra de quienes lo defienden. “En el mundo de hoy se ve cómo cada vez más la cuestión de la transparencia, de saber las cosas que se negocian, sale cada vez mas a flote. Va mas allá de estar de acuerdo o no, es previo a eso. Y ese es el punto en el que creo que acá los propios políticos le erran, porque no se dan cuenta”.
FUENTE : CARAS Y CARETAS
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