Joseph Blatter, anunció el fin de su reinado de 17 años como presidente de la FIFA última noche después del escándalo de corrupción que crece dentro de organismo rector del fútbol mundial, finalmente lo consumía.
Los críticos llamaron inmediatamente por una repetición de los votos a favor del derecho a organizar los Mundiales de 2018 y 2022, que han estado en el centro de acusaciones de soborno. Inglaterra perdió la licitación para la realización del evento en tres años.
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Blatter camina y deja la Copa del Mundo en crisis
POR LA PUERTA DE ATRAS
Eyectado del sillón
Marcada por el escándalo y la corrupción acaba tras casi dos décadas, cuatro días después de haber conseguido su cuarta reelección. Una decisión inesperada que parece haber sido influenciada por el curso de la Justicia. Se queda hasta diciembre.
Por Pablo Vignone
Apenas 15 personas escucharon en la sala de conferencias del imponente edificio de FIFA –Strasse 20, en Zurich (Suiza)– lo que millones y millones de amantes del juego limpio, tanto en el fútbol como en la vida deseaban, de manera ferviente, oír en alguna oportunidad. “Pongo mi mandato a disposición.” Aparentemente acorralado pese a la desfachatez que lo llevó a ser reelegido por cuarta vez como presidente de la FIFA apenas cuatro días antes, Joseph Blatter le puso fin a un mandato de 17 años caracterizado por el escándalo. “Si bien tengo el mandato de los miembros de la FIFA, no siento que tenga el mandato de todo el mundo del fútbol, los hinchas, los jugadores, los clubes, la gente que vive, respira y ama el fútbol como todos lo hacemos en la FIFA.” El dirigente suizo, que hace menos de un año perdió a un hombre de absoluta confianza como su vicepresidente Julio Grondona, coronó una semana de acontecimientos extraordinarios convocando a un congreso extraordinario de la entidad, que no se realizará antes de seis meses, para elegir a su sucesor. Mientras tanto, mantendrá las atribuciones de su cargo desde las cuales, prometió ayer –como un mandato vacío de contenido– “estar en una posición para enfocarme en reformas profundas, libre de las restricciones de una elección”.
Desde la detención de siete altos dirigentes del fútbol, el miércoles pasado en Zurich a instancias de la Justicia estadounidense, el fútbol vivió una semana vertiginosa, entre la vergüenza ajena que provocaba un estilo de conducción que intentaba perpetuarse y los refrescantes clamores de cambio impostergable, que producía día a día nuevos capítulos del escándalo. Las crecientes revelaciones alcanzaron ayer a Jerome Valcke, el secretario general de la FIFA, mano derecha de Blatter –el mismo que lo había despedido del organismo en 2006 para volverlo a contratar seis meses después– y parecían cercar al suizo, que pasó el fin de semana oyendo los reclamos de familiares y amigos para que resignara la posición que había revalidado el viernes por 133 votos contra 73 del príncipe jordano Alí.
La actitud de los sponsors de la FIFA, que financiaron de manera multimillonaria el modus operandi fastuoso de FIFA y sus pingües actividades, esencialmente las Copas del Mundo, pasó a ser crítica, y los rumores crecen sobre la posibilidad de que Blatter esté siendo también investigado por la justicia de los Estados Unidos.
El ex coronel del ejército suizo calificó de “demora innecesaria” la espera hasta el próximo Congreso ordinario de la FIFA, programado para mayo de 2016 en Ciudad de México, como mandan los estatutos, para elegir al nuevo presidente. El presidente de la Comisión de Auditoría, Domenico Scala, se encargará de organizar el congreso extraordinario que determinará al sucesor (ver página 5), que se celebrará entre diciembre y marzo de 2016.
“¿Por qué habría de bajarme de la elección? Eso significaría reconocer que hice algo malo”, había declarado Blatter el viernes a la televisión suiza, antes de su re-re-re-reelección. Cuatro días más tarde se bajó, alimentando la curiosidad sobre las razones del vuelco en su actitud. Ayer, un portavoz del Departamento de Estado negó que los Estados Unidos lo hubieran presionado para lograr su renuncia. “El gobierno de los EE.UU. no está en posición de decidir quién es el presidente de la FIFA”, agregó.
Según The New York Times y la cadena televisiva ABC, Blatter es “eje de una investigación federal por corrupción”. “Ahora que es un sálvese quien pueda, probablemente habrá una carrera para ver quién involucra primero a Blatter”, cita ABC a una fuente de la investigación. Un vocero del FBI citado por la agencia AFP se negó a comentar las versiones porque Blatter no fue formalmente imputado en el caso que la Justicia estadounidense publicó una semana atrás. “No estamos hablando más allá de lo que fue dicho por el fiscal general y el director del FBI la semana pasada.” Pero las versiones sugieren que la investigación, que acusó a los nueve detenidos de quedarse con 150 millones de dólares en sobornos, avanza sobre el suizo.
Su renuncia también abre un interrogante sobre la suerte de los dos próximos mundiales, Rusia 2018 y Qatar 2022; las elecciones de las sedes generan polémica desde 2010; se calcula que alrededor de 1200 trabajadores murieron ya en la construcción de estadios en territorio qatarí. “Ahora podemos revisar esas dos Copas del Mundo –dijo el presidente de la Federación inglesa (FA), Greg Dyke–. Si yo fuera Qatar, no me estaría sintiendo muy confortable.”
En su retirada, Blatter hizo consideraciones que le habían sido largamente reclamadas mientras ejerció su cargo: “El tamaño del Comité Ejecutivo debe ser reducido y sus miembros deberían ser elegidos a través del Congreso de la FIFA”, afirmó en el discurso del adiós. “Debemos poner límites a los mandatos no sólo del presidente, sino de todos los miembros del Comité Ejecutivo.” Sin embargo, nada indica que reformas de ese tenor, cuya responsabilidad pasó ahora a manos de Scala, vayan a ser implementadas tampoco esta vez. La renuncia de Blatter no significará nada si no va a acompañada de un profundo cambio de cultura en la gestión del fútbol mundial y sus asuntos, y para eso se precisará más de una remoción. Que Blatter no ejerza el poder no implica que vayan a desaparecer las prácticas que imperaron durante su gestión. “El fútbol ha ganado”, cerró su alocución. Ojalá.
FUENTES PAGINA12
Apenas 15 personas escucharon en la sala de conferencias del imponente edificio de FIFA –Strasse 20, en Zurich (Suiza)– lo que millones y millones de amantes del juego limpio, tanto en el fútbol como en la vida deseaban, de manera ferviente, oír en alguna oportunidad. “Pongo mi mandato a disposición.” Aparentemente acorralado pese a la desfachatez que lo llevó a ser reelegido por cuarta vez como presidente de la FIFA apenas cuatro días antes, Joseph Blatter le puso fin a un mandato de 17 años caracterizado por el escándalo. “Si bien tengo el mandato de los miembros de la FIFA, no siento que tenga el mandato de todo el mundo del fútbol, los hinchas, los jugadores, los clubes, la gente que vive, respira y ama el fútbol como todos lo hacemos en la FIFA.” El dirigente suizo, que hace menos de un año perdió a un hombre de absoluta confianza como su vicepresidente Julio Grondona, coronó una semana de acontecimientos extraordinarios convocando a un congreso extraordinario de la entidad, que no se realizará antes de seis meses, para elegir a su sucesor. Mientras tanto, mantendrá las atribuciones de su cargo desde las cuales, prometió ayer –como un mandato vacío de contenido– “estar en una posición para enfocarme en reformas profundas, libre de las restricciones de una elección”.
Desde la detención de siete altos dirigentes del fútbol, el miércoles pasado en Zurich a instancias de la Justicia estadounidense, el fútbol vivió una semana vertiginosa, entre la vergüenza ajena que provocaba un estilo de conducción que intentaba perpetuarse y los refrescantes clamores de cambio impostergable, que producía día a día nuevos capítulos del escándalo. Las crecientes revelaciones alcanzaron ayer a Jerome Valcke, el secretario general de la FIFA, mano derecha de Blatter –el mismo que lo había despedido del organismo en 2006 para volverlo a contratar seis meses después– y parecían cercar al suizo, que pasó el fin de semana oyendo los reclamos de familiares y amigos para que resignara la posición que había revalidado el viernes por 133 votos contra 73 del príncipe jordano Alí.
La actitud de los sponsors de la FIFA, que financiaron de manera multimillonaria el modus operandi fastuoso de FIFA y sus pingües actividades, esencialmente las Copas del Mundo, pasó a ser crítica, y los rumores crecen sobre la posibilidad de que Blatter esté siendo también investigado por la justicia de los Estados Unidos.
El ex coronel del ejército suizo calificó de “demora innecesaria” la espera hasta el próximo Congreso ordinario de la FIFA, programado para mayo de 2016 en Ciudad de México, como mandan los estatutos, para elegir al nuevo presidente. El presidente de la Comisión de Auditoría, Domenico Scala, se encargará de organizar el congreso extraordinario que determinará al sucesor (ver página 5), que se celebrará entre diciembre y marzo de 2016.
“¿Por qué habría de bajarme de la elección? Eso significaría reconocer que hice algo malo”, había declarado Blatter el viernes a la televisión suiza, antes de su re-re-re-reelección. Cuatro días más tarde se bajó, alimentando la curiosidad sobre las razones del vuelco en su actitud. Ayer, un portavoz del Departamento de Estado negó que los Estados Unidos lo hubieran presionado para lograr su renuncia. “El gobierno de los EE.UU. no está en posición de decidir quién es el presidente de la FIFA”, agregó.
Según The New York Times y la cadena televisiva ABC, Blatter es “eje de una investigación federal por corrupción”. “Ahora que es un sálvese quien pueda, probablemente habrá una carrera para ver quién involucra primero a Blatter”, cita ABC a una fuente de la investigación. Un vocero del FBI citado por la agencia AFP se negó a comentar las versiones porque Blatter no fue formalmente imputado en el caso que la Justicia estadounidense publicó una semana atrás. “No estamos hablando más allá de lo que fue dicho por el fiscal general y el director del FBI la semana pasada.” Pero las versiones sugieren que la investigación, que acusó a los nueve detenidos de quedarse con 150 millones de dólares en sobornos, avanza sobre el suizo.
Su renuncia también abre un interrogante sobre la suerte de los dos próximos mundiales, Rusia 2018 y Qatar 2022; las elecciones de las sedes generan polémica desde 2010; se calcula que alrededor de 1200 trabajadores murieron ya en la construcción de estadios en territorio qatarí. “Ahora podemos revisar esas dos Copas del Mundo –dijo el presidente de la Federación inglesa (FA), Greg Dyke–. Si yo fuera Qatar, no me estaría sintiendo muy confortable.”
En su retirada, Blatter hizo consideraciones que le habían sido largamente reclamadas mientras ejerció su cargo: “El tamaño del Comité Ejecutivo debe ser reducido y sus miembros deberían ser elegidos a través del Congreso de la FIFA”, afirmó en el discurso del adiós. “Debemos poner límites a los mandatos no sólo del presidente, sino de todos los miembros del Comité Ejecutivo.” Sin embargo, nada indica que reformas de ese tenor, cuya responsabilidad pasó ahora a manos de Scala, vayan a ser implementadas tampoco esta vez. La renuncia de Blatter no significará nada si no va a acompañada de un profundo cambio de cultura en la gestión del fútbol mundial y sus asuntos, y para eso se precisará más de una remoción. Que Blatter no ejerza el poder no implica que vayan a desaparecer las prácticas que imperaron durante su gestión. “El fútbol ha ganado”, cerró su alocución. Ojalá.
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